Al incendiarse el bosque,
quedó desnudo,
era un teatro vacio,
y sobre el piso
solo subsistían las cenizas
del pasto quemado.
Su trastienda
llegaba hasta un río,
dónde unos jóvenes despojados
vegetaban en comunidad
y adoraban a Pie Grande.
En las islas cercanas a la rivera,
había viejos burgueses
que tenían autos anfibios,
y enfriaban el whisky
con gel de pirañas.
Cuando era joven todo era joven,
las flores, las hojas de los árboles.
Cuando fui viejo todo fue viejo,
las flores, las hojas de los árboles…
Cuando al morir no morí
y todo se prendió fuego,
vi que mi vida había sido una ilusión;
una comedia, un drama,
una obra de teatro quemada…
Mauricio Escribano.
Leo tus versos y a mí me brotan otros... me gusta leerte
ResponderEliminarUn saludo desde Colombia