Vi la espuma fría del mar
acariciando las piedras naranjas,
arrancadas de los confines,
por las corrientes trémulas
de la noche…
Vi las nubes condensarse
al caer el crepúsculo,
como una mancha de sangre
ondulando en el aire…
Vi al mar ponerse turbio,
arremolinarse a punto nieve,
llenarse de ira y de lágrimas…
Vi a los hombres arrastrar sus botes,
guardarse en sus casas,
con un clamor silencioso
y unánime…
Vi las olas que venían hacia mí,
como un campo verde,
jadeando brumas de sal,
y pronunciando tu nombre…
Vi los besos que me dabas,
navíos errantes,
fantasmales,
llegando a esta playa lejana…
Vi tu blancura en infinitas gaviotas,
tus ojos de zafiro en la distancia profunda,
y el ardiente rubor de tus pómulos,
en la última gota de luz,
antes que el sol se hunda…
Vengo aquí todos los días
mi amor,
para verte llegar,
con la estrella de la tarde.
Mauricio Escribano.