Desde que te perdí
tras los muros del sur,
me invadió la muerte
con sus huestes de caníbales.
Entre los musgos,
las grietas y humedades
de mi tumba,
un lecho de brezos y piedras
bajo el arco en ruinas
de un puente:
Creció una flor extraña
que se abre a las estrellas…
Y aunque mañana vuelvas
a resucitarme con tus besos,
higos preñados de almíbar,
me sería tremendo elegir,
si contigo o con la flor
me quedaría.
Desde que te fuiste,
el cuarzo de mis horas
se rompió en el olvido,
y allí quedó vagando
mi alma en pena,
en el umbral
de tu recuerdo.
Soy una sombra,
que busca
en los recodos del camino,
la dicha perdida,
y solo encuentra lugares tristes,
que ya no existen, o son de otros…
Será por eso,
que aunque volvieras ahora,
con las manos llenas
de aquellos días,
abrigada en tu pullover mostaza,
jardín de tus aromas;
dudaría como
un cobarde,
si es contigo o con la flor
que he de quedarme…
Mauricio Escribano.
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