Vos no estabas
llegabas de no estar nunca
y te mirabas al espejo
con los ojos llenos de veredas
y el gris del invierno
en los parpados.
Atrás tuyo entraba la noche
azul pequeña fría
como una chispa helada
en las pupilas de un pájaro.
Treinta y cinco años
de pisar mierda sin suerte
de reventar ofrendas
en la jeta de tus dioses indecisos.
Sonó el portero
te grité desde la calle
derribé tu puerta a patadas
pero no hubo caso.
Querías arruinarlo todo
de una buena vez
no sea cosa
de que algo saliera mal
y alguien te hiciera feliz.
Una bruja de oro
incendiaba tus sueños
… Era un brillo de silencios…
Desnuda
en el cuarto de baño
tu amor y mi amor
flotaban en sangre.
Mauricio Escribano
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