Estuve encerrado
en el cuadrado
de un manicomio,
y de entre todos
los locos,
yo era uno
vestido de purpura,
que se creía el Hijo de Dios.
Pero el Cristo
me gritó como a los necios
desde una nube rojinegra:
"Mira lo que has hecho,
desamparado seas
desde hoy"…
Y cuando me dieron
el alta,
gracias al furioso Milagro,
vi que era
solo un niño desnudo,
con las manos vacías,
en medio del campo…
Mauricio Escribano.
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